El exabrupto sucedió en Argentina, y uno no sabe si tomarlo a mofa o como la consecuencia de un acto rastrero de adulancia: El presidente venezolano Hugo Chávez - autócrata a tiempo completo - ha recibido de manos de la profesora Florencia Saintout, decana de la Universidad de la Plata, el premio “Paladín de la libertad de expresión”.
Posiblemente en el gobierno de la inefable Cristina Kirchner, acostumbrado a impedir la circulación de periódicos con piquetes peronistas, amenazar a los informadores con cabillas e imponer mordazas policiales en las redacciones de los medios de comunicación no afines al régimen, esa loa al soldadesco venezolano demuestra la bajeza a la que pueden llegar con descaro los regímenes populistas y felones.
Chávez cerró hasta su doceavo año de gobierno – habla de seguir en el poder hasta el año 2030 “o más” – emisoras de radio y televisión; arrinconó al ostracismo, presionando a las empresas periodísticas con no entregar divisas para adquisición de insumos, a conocidos periodistas, y desde hace una década, prácticamente todos los días encadena los medios audiovisuales del país para que obligatoriamente su voz sea la única percibida. La mayoría de esas peroratas altisonantes y machaconas, pueden durar hasta nueve horas continúas.
Si a esto se le añade que los medios de comunicación del Estado no están al servicio de la nación, sino que son parte ideológica del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), brazo informativo exclusivo de Chávez
Ante el magro panorama, pocas veces un reconocimiento universitario cayó tan bajo y una casa de estudios se arrastró de tal forma por los suelos.
El Comandante- Presidente criollo es el mayor oligarca radiodifusor: controla 72 medios impresos bajo el epígrafe de Bloque Bolivariano de Prensa; 159 estaciones de radio comunitarias, a las que se añaden Radio Nacional, el Circuito YVKA Mundial y Radio Activa; las televisoras Canal 8, Asamblea Nacional TV, Vive, Telesur y unas 26 estaciones regionales privadas en manos de partidarios suyos.
Nunca, en la historia del país de Simón Bolívar, tanto poder informativo estuvo al servicio de un partido político: el chavismo.
Albert Speer, ministro de Hitler, tras la derrota analizó el despotismo nazi y describió sus métodos: “Fue la primera dictadura que hizo uso completo de todos los medios técnicos para la dominación de su propio país. Mediante elementos como la radio, ochenta millones de personas fueron privadas del pensamiento independiente”.
Los gobiernos déspotas pueden prescindir de la libertad; sus ciudadanos jamás desasirse de ella.
Sin la autonomía de las ideas, cuya base es la escritura y la palabra, la humanidad estaría en los albores de la Baja Edad Media. Y si hoy nos hallamos donde estamos, en medio de un progreso de valores sostenidos, es porque seres humanos imbuidos de coraje han abierto hendiduras con sus propias manos para enseñarnos la refulgencia de la emancipación.
Esa es la raíz de escribir con tanta insistencia sobre los principios de la libertad en naciones como Venezuela.
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