viernes, 25 de marzo de 2011

El libro verde

Cualquier monografía imparcial de Muamar el Gadafi dirá lo trillado: es un autócrata con trastornos mentales. En su riego sanguíneo conviven la esquizofrenia, el narcisismo, la obsesión agresiva y una idiosincrasia histriónica.
Gadafi, una vez fiscalizado el poder en nombre de la “libertad del pueblo”, impuso medidas destinadas a silenciar cualquier contestación a su política, entre ellas la prohibición del derecho de huelga, la censura informativa y la codificación de delitos contrarrevolucionarios con penas que pueden llegar a la horca.
Sobre esa plataforma, el autócrata norteafricano gobierna con su “Libro Verde” convertido en Constitución. No necesita más. Su palabra es ley. Dice haber recibido del limbo, meditando un día en su jaima, la respuesta a los problemas existenciales, y ahora manan de sus labios de manera efervescente.
Tras 42 años de poder absoluto, y sin que nadie hubiera desobedecido ni una sola de sus decisiones, se cree una deidad. Hace décadas que dejó de asentar los pies en la tierra, y pervive en una crisálida alejado de realidad.
A mediados de esta semana, en uno de esos arrebatos que le impiden ver lo que está sucediendo, lanzó por televisión, en medio de una puesta en escena esperpéntica, unos de esos discursos grandilocuentes a los que el sufrido pueblo libio está tan lastimosamente acostumbrado.
Visto tras su atuendo enrevesado de entorchados, era la sombra alucinada de aquel dictador que inmortalizó en el cine Charles Chaplin. Su voz era aflautada bajo unos ojos inflamados: “Lograremos la victoria al final. No nos rendiremos, les derrotaremos por todos los medios”. Lo señaló Calderón de la Barca en aquel soliloquio de Segismundo: “Toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. Algunos, amargamente, se tiñen sangre.
Se hallaba rodeado de sus partidarios que le ovacionaron entusiasmados y le servían a su vez de escudos humanos ante el temor de nuevos ataques. Sobre ellos, invisibles, las palabras de Dante a las puertas del Averno: “Los que entréis aquí, perded toda esperanza”.
Fuera ya de la realidad, Gadafi no se da cuenta de que comenzó a ser la sombra alargada de un ciprés en la tapia de un cementerio. Su lápida sepulcral serán las tapas del “Libro Verde”, un compendio de ideas ampulosas con ramalazos de iconografía efervescente.
Dinero no le falta, aunque le hayan congelado sus cuentas, fondos y bienes en el exterior. Según el diario “Financial Times , el Coronel tiene 143,8 toneladas de oro en su banco central, de acuerdo con los datos del Fondo Monetario Internacional.
Quizás cambie toda esa riqueza por un exilio dorado en Isla Margarita, Venezuela, en la que su “hermano del alma” Hugo Chávez, gobierna con poderes absolutitas y le espera con los brazos abiertos.

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