![Montjuic](https://imgs-akamai.mnstatic.com/b2/4b/b24bae10104941c6f04044d18a3f41f9.jpg?quality=75&format=pjpg&height=300&fit=bounds)
En tiempos
de la edad juvenil intentaba uno leer sin pausa, tanto así que hubo
autores que impregnaron al hombre de hoy. Tres se hallaban en primera
línea y lo siguen estado: Curzio Malaparte, Stefan Zweig y Marguerite
Yourcenar. Han pasado muchos otoños y esas páginas siguen morando sobre nuestro
aliento y regresan ahora con más fuerza ante los sucesos en Cataluña,
al contemplar la vuelta de un adanismo cicatero y retrógrado.
En el texto “El Mundo de ayer” de Zweig - reminiscencias
del vienés suicidado en la ciudad brasileña de Metrópolis en 1942
huyendo de Alemania en manos del fascismo más reaccionario - , hay unas letras
que bien pudieran reflejar la situación del independentismo catalán.
“Por
mi vida han galopado todos los corceles amarillentos del Apocalipsis, la
revolución y el hambre, la inflación y el terror, las epidemias y la
emigración; he visto nacer y expandirse ante mis propios ojos las grandes
ideologías de masas: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania,
el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor de todas las pestes: el
nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura europea”.
Y uno, ante esas palabras, añadiría lo
que Thomas Mann había aprendido de Goethe y que de los
dos, George Steiner entregó el espléndido librito “La idea de
Europa”, texto con un admirable prólogo de Mario Vargas Llosa en la
Biblioteca de Ensayo de Siruela.
Lo de Cataluña con respeto al resto de España –y lo
hemos expresado en otras ocasiones- es una parodia intrínsecamente inicua
y una actuación basada en un independentismo a un nivel barriobajero e
irracional que se está demostrando estos días con más fuerza en Barcelona
embarrilada.
Esta retahíla está alejada de la llamada verdad
histórica, ya que cada cronista, dependiendo del bando en que se halle, sitúa
sus propias melomanías sobre el pentagrama de los ardores pasionales.
Una de las “verdades” que han vendido los independentistas,
se basa en una resolución de la
Asamblea General de las Naciones Unidas
del 14 de diciembre de 1960, cuyo primer párrafo, del que se agarran,
habla de “la concesión de la emancipación a los países y pueblos coloniales que
persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural”.
Conforme, pero a continuación el texto
añade: “Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad
nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los
propósitos y principios de la
Carta de las Naciones Unidas.”
El territorio español está formada por 17 comunidades
autónomas, lo que la convierte en un país descentralizado, siendo muy cierto
que la mayoría de las regiones han tenido su propia historia y
tradiciones, pero algunas apelan a un origen político más reciente.
Y la pregunta de estos momentos: ¿Es
posible que Cataluña prospere como una república
independiente? En primer lugar sería dificultoso sin un acuerdo del gobierno
central y el parabién de la Unión Europea. Es decir: que tras un
referéndum nacional, los hispánicos aceptaran esa decisión.
La unidad de Europa ha sido el acto más
trascendental en todo su largo, complicado y ensalzado idealismo desde
Carlomagno, el bien llamado “padre de Europa”. El imperio carolingio
marcó una senda que llega a la Unión Europea de ahora mismo y, aunque cuenta
con poderosos enemigos, seguimos creyendo sin medias tintas, que ha sido
el acto más racional que los occidentales pudieron haber conseguido en toda su
historia.
La Europa de la unión es un crisol de imperecederos
valores, y solamente mirando la grandeza de las ideas que han florecido
en su continente y la florescencia intelectual de sus elevadas figuras,
uno, ante esa crisis catalana con nula mirada hacia el futuro,
volvería a encerrarse en las ideas de Dante, Tomás de Aquino,
Shakespeare, Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci, Cervantes, Goethe, León Tolstói,
Dostoevski y, un poco más cerca, Malaparte, Stefan Zweig, Marguerite Yourcenar,
Antonio Machado, Heidegger, Steiner, Claude Lévi-Strauss y lo dicho
por Geoger Steiner: “que mientras existan cafés, habrá Europa”, y
bien lo demostró Stefan Zweig en “Mendel el de los libros”, aquel personaje
admirable que sentado durante años en un café de Viena, padece la total
exclusión en esa mitad del siglo XX en que Europa estaba en guerra
y la dignidad personal había dejado de tener sentido al ser acusado de
colaborar con los enemigos del Imperio austrohúngaro.
La exclusión que se está establecido en la Cataluña
independentista mira sobre un palco colgado en el aire.
Hola amigo Rafael tengo noticias de una persona que usted tiene tiempo sin ver, +34 686007006 llameme y conversamos.
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