Los lejanos pretextos que empezamos a borronear recién salidos de la pubertad - ¡Cristo del cielo protector, hace de ello una eternidad! - se han ido quedando con el paso del tiempo en lamedales y, debido a esa circunstancia, seguimos sobre el arado de la vida con la esperanza de ver brotar alguna semilla.
Vano
intento. Si eso no ha sucedido hace ya incontables otoños, no
será permisible ahora. ¿Desilusionados? Ni un ápice. Estamos obligados a
vivir sin aspavientos.
Mi historia
personal es raudal y suelta. Galanteé escritos y he sido estimado mientras
llevaba en las alforjas un lema impreso: Siempre será mejor la libertad
con sus inmolaciones que la sopa del autócrata. Y aferrados a ese comedimiento,
hacemos caminos serpenteados con el deseo de hallar la sombra
bienhechora bajo la floresta que a todos
nos espera.
¿Qué
existirá dentro de dos mil años a partir de hoy, o incluso dentro de dos o tres
generaciones? Habrá que decir con la misma conjetura que el escritor
estadounidense Michael Chabon: El futuro comenzará a ser cuando empecemos a
imaginarlo cada uno de nosotros. Si es así, mejor no tener
demasiada prisa en saberlo, ya que coexistir en cada instante nos ayuda a abrir una ventana
sobre el porvenir que no habrá de contar en absoluto con nosotros. Somos la
realidad del instante mismo. Nada más. O quizás no. El haber nacido
es ya una extraordinaria aventura. Y si no hacemos demasiadas preguntas sobre
la razón de estar aquí, dentro de la estructura del Universo, veremos que somos
parte de un extraordinario prodigio.
El péndulo
que oscila imparable en nuestro ser interior nos hace preguntas aún estando adormilados:
¿Qué somos? ¿Hacia donde vamos? ¿Posee la existencia un sentido esclarecedor?
¿Y esto qué
significa si las galaxias igualmente dejan de ser lo que eran en un
tiempo casi imperecedero? Mejor respirar mientras podamos. El futuro
llegará impávido sin que nadie lo convoque arrastrando la infinitud del tiempo
en que pudiera morar la perpetuidad.
Es
incontestable: nada desaparece en el Universo, todo se trasforma. ¿Nos
irá mejor en esa nueva ruta? Si así fuera uno agradecería repetir las
zancadas y aventuras que ha ido desarrollándose en nuestra tierra
madre.
No es la
primera vez ni será la última que un contador de historias pueda
convertirse en referencia universal sin salir nunca del terruño, al llevar
dentro de sí mismo la materia de la existencia con sus protervos o buenos
atributos. Ejemplos predominan y no es necesario ir al buscarlos al dios pagano llamado Google: solamente hace
falta entrar en el bar del barrio, pedir un café u otra bebida y
disponer a mano un periódico de los editados en la ciudad mientras se
escucha una tertulia en la mesa cercana,
al ser toda conversa el comienzo de una
historia humana que de una u otra forma nos concierne.
Y es que
estar aquí ahora, garabateando una
cuartilla, es otro de los prodigios del Cosmos.
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