viernes, 28 de diciembre de 2018

Reconciliación anhelada




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El Papa Francisco  habló en su tradicional saludo navideño  de la situación de Venezuela, y demandó encarecidamente conseguir la concordia  y proteger “a los  más débiles  y desamparados” que hoy se han convertido en una doliente mayoría.

Imploró, a través de la bendición Urbi et Orbi, que toda  la sociedad trabaje fraternalmente por el desarrollo de la nación, comenzado por  el  alto equipo ejecutivo que no atina a  puntear  las necesidades de una sociedad desajustada hasta un nivel inconcebible.

Nos hallamos rodeados de una agitación espeluznante a recuento de  la situación de confrontación permanente en que nos vemos envueltos.


La ya invalidada política económica está llevando no solo al enfrentamiento de sectores, sino a una animadversión, ultraje e iniquidad en las parcelas menos favorecidas.


En las alturas de los entes propagandistas  del gobierno se expanden  mensajes grandilocuentes: derechos humanos, libre albedrío, justicia social, respeto mutuo,  ética, coexistencia pacifica... unas expresiones creadas únicamente para apuntalar unas  inexistentes garantías individuales.

Una  sociedad no puede ser  libre si no se permite  a sus hombres y mujeres expresarse dentro de las normas de la libertad plena, y ese concepto tan necesario en la actualidad – mejor decir desde hace años – brilla por su total ausencia.

Si los derechos políticos  están menguantes en  Venezuela, más tremenda aún es la situación económica. Una acción tan normal como hacer las llamadas “tres comidas”  se ha convertido una tarea irrealizable en un amplio sector  del país. El descontrol de los precios, unido a la poca o nula capacidad gubernamental para enfrentar la escasez, es la prueba más evidente del fracaso del régimen actual.

Hace unos meses - adelantándose  a lo dicho en Navidad por el papa Jorge Mario Bergoglio -  el sacerdote Francisco José Virtuoso, Viceprovincial de la Compañía de Jesús en Venezuela, emplazó al Gobierno de Nicolás Maduro a tomar conciencia de la situación tan afligida del país.

En sus admoniciones  reflejó el contexto nacional con discernimiento y causa. En esas palabras está la realidad irrefutable de lo que hoy angustiosamente  sucede en  la no tan lejana   “Tierra de Gracia”.

De dichas  expresiones ofreceremos varios entrecomillados que son el reflejo de la situación  que nos envuelve de forma fatídica. Si hoy las recordamos,  es debido a algo consabido: los entes gubernamentales, con el Presidente a la cabeza, han demostrado inhabilidad y mucha indiferencia ante la gravísima  situación la que en un tiempo fuera próspera nación.

Existe una realidad incuestionablemente: los problemas  superan arduamente a la jefatura y la única salida viable – en un acto de responsabilidad política-  sería cambiar de rumbo como ya le solicita el propio conglomerado chavista. 

 Gobernar será siempre hacer uso de la más equilibrada  norma política: el sentido común.

Existe una frase  del lord Chesterfield pronunciadas en el parlamento inglés  a un contrincante ideológico: “No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a expresarlo”.

Lo dicho por el Virtuoso  posee sensatez, luminiscencia de raíces políticas y  una amplia esperanza de arrimar el hombro  para canalizar el desbarajuste que nos despelleja y del que hasta ahora no se contempla salida sólida  alguna.

Recordemos lo expresado por el reconocido intelectual católico:

- El presente es tiempo de tragedia para Venezuela. El país padece problemas que no habían sido conocidos por las últimas generaciones de venezolanos.

- La sensación con la que se vive es de rabia y frustración. El empobrecimiento es masivo. La escasez y la incapacidad de adquirir lo poco que distribuyen las redes comerciales se traduce en hambre y miseria para la gran mayoría. La inseguridad crece en una violencia diseminada e impune.

 - Las encuestas señalan que el 94% de la población dice que el país está muy mal y que más del 70% está a favor del Revocatorio al Presidente de la República.

- La situación no sólo es insostenible, es insoportable. Los economistas a coro señalan que el desabastecimiento va a ser mayor y la inflación también durante los próximos meses. Es previsible que los saqueos y las protestas sigan en aumento, al tiempo que el discurso vacío de los voceros oficiales, la represión y las políticas erradas prosigan avivando el fuego.

- Cualquier opción de diálogo y entendimiento se hace cada día más difícil.

 - Ante esta situación, la mayoría de la población venezolana, más allá de las identificaciones partidistas, cree que la opción de referendo revocatorio presidencial, puede ser el inicio de un proceso de transición política pacífica, democrática y constitucional eficaz.

 El documento ayuda abrir el sendero de la reconciliación, la dignidad anhelada y las bases inalterables de una democracia.

Libertad desgarrada




Bonita imágenes del edificio del Gobierno en Caracas



En todas las épocas, en el mismo instante en que un individuo, creyéndose poseedor de la verdad y predestinado al poder, tomó para sí el atributo de disponer de la voluntad de sus congéneres, existe la censura de las palabras, el oprobio y el control de las ideas.

Nada nuevo sobre estas capas de cebolla que son los ciclos políticos humanos. Menos son los instantes en que la libertad germinó en la conciencia de los pueblos, que la vasta penumbra del oscurantismo y la esclavitud hincada con sus garras alevosas sobre ellos.

No enfrentamos  a una concepción filosófica a sabiendas de que el hombre es libre por ser inexcusablemente hombre.

Es estas abreviaturas vienen al socaire de un libro cuyo intento es presentar al opresor Hitler sin máscara, en medio de ese albor sangrante de su régimen que aún hoy miles de personas recuerdan con horror al haberlo padecido en forma aterradora.

Olvidar no hace libre a nadie, sino más esclavo. El perdón ya es otra materia al ser esa tarea el único oficio de Dios.

La primera acción del Führer, la primogenitura de su alevosa dictadura, fue el control sistemático de los medios de comunicación y por ende de las ideas no cuadradas en su nacionalsocialismo, al creer fanáticamente que solamente él tenía la capacidad de hacer ver a un pueblo la trascendencia de su misión histórica.

 Los medios, decía, mienten, tergiversan e imprimen falsedades sufragadas por la burguesía liberal.

Esa es la alevosa razón de que la televisión, radio y prensa en manos del dictador de turno, se vuelvan medios infames, mezquinos, cuya única misión es elevar en el oratorio del Caudillo el incienso de la sumisión más yerta.
Estas características en una dictadura moderna, al decir del historiador Hugo Trevor-Roper, reducen más el desarrollo de los pensamientos y conducen directamente al limbo intelectual en que han caído los adoradores del personaje ladino.

El poeta romano Décimo Junio Juvenal escribió en una de sus sátiras: La diosa Fortuna trasforma a los bufones de ayer en señores de la vida y la muerte de hoy.

Eso sucede con frecuencia sobre pueblos que suplican un mesías que le ayude a salir de sus infortunios y al final se ven arrastrados a una locura demencial.

Si deseamos avistar tan asombrosa transformación política, no se debe ir lejos: es suficiente percibir esa realidad de ahora mismo en diversas naciones. La Venezuela de hoy es un amargo y abatido ejemplo que hace temblar.

 

 

sábado, 18 de agosto de 2018

Recovecos de la brisa


Cudillero Puerto Asturias Puerto Cudillero

Durante aquella lejana época solía escribirte casi todos los días. Era el cinta umbilical de la pequeña vida pueblerina. Te dejaba la carta tras la pila  bautismal de la iglesia romana con nombre santa Cordelia, virgen gótica.

Cada final de mes el papel,  hecho de  pasta de arroz, se hacía con la planta Artemisa que la abuela traía de la ribera del río.

Decía ella que ese arbusto oriundo de las civilizaciones mediterráneas,  crece en muchos rincones de la Europa arcaica.

El fin de semana estuve leyendo a uno de los autores más desconocidos de toda la literatura europea: Leonid Tsypkin, que se pasó toda una vida describiendo un viaje de  Fedor Dostoiesvski con su tormentoso amor, Ana Grigorievna, por la ciudad y las aguas termales de Baden-Beden, mientras el escritor ruso se  jugaba la vida entre naipes en las mesas del casino.

Y ojeando esas páginas recordé, por esa superposición de las ideas escondidas en algún pliegue de la piel, que vivir, aún siendo silenciosamente, es cuesta muy empinada, pero si a nuestro lado está la compañera, la amiga en la que hemos depositado cada una de las sensaciones más recónditas, todo será  más llevadero.

A ternura de esa comprensión, el juglar de los enredos del alma, cuando pasaba a nuestro lado expresaba con sapiencia: “Jamás hay que ser el primer amor de una mujer, sino el último”.

Lo recordamos bien: Te entusiasmaban por aquel entonces los vientos alisios y los copos de nieve. “Moriré  - decías – sobre ese manto de armiño”. Y siempre te respondía: “Un día vendrás conmigo para conocer  esa blancura fría”.

Y esperaste ese viaje, y con la espera, por algún pliegue del alma, se te fueron los deseos de viajar, pues ya tenías todos los caminos, senderos, catedrales, fondas, claros valles, puentes y ríos frondosos, en la retina de tus ojos, grandes y azules cual el mar de la esperanza.

Los años, que nada perdonan, nos hicieron un ovillo de sensaciones vagas. Un día, posiblemente gris, te alejaste como la bruma,  de la misma forma que las sombras. Fue por poco tiempo, quizás te acostumbraste al calor de mis palabras.

Al  verte entrar nuevamente en la casa, todo se llenó de alegría, y pensé, viéndote tan cerca nuevamente, que aunque escapemos uno del otro, la esencia de nuestro afecto subsistiría en las paredes de esta vereda, entre sus árboles y los recovecos de la brisa.

La existencia es empinada, pero si a nuestro lado está la cómplice de las cuitas profundas, la amiga en la que hemos depositado cada una de las sensaciones interiores, todo será  más llevadero.

Así lo fructificó Dostoiesvski, y ese viaje a Baden-Baden en compañía de Ana Grigorievna, lo cambió para siempre. Allí escribió una obra inmortal: “El jugador”.

martes, 10 de abril de 2018

Del Mediterráneo al Caribe



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Nadie se baña durante  su existencia en el mismo riachuelo, de la misma forma que sin los versos de Hesíodo y Homero - expresaba Solón en las páginas de Troya escritas  por el filólogo alemán Gisbert Afees -  nos hundiríamos  en la más completa lobreguez.

Realizar ese viaje a la ciudad real o conjeturada de la cultura occidental o leer la novela de Afees con sus 570 páginas,  lo deberíamos hacer aunque fuera una sola vez cada uno de nosotros. Lo mismo que ir a Roma, Jerusalén, La Meca o Benarés. Si lo fraguáramos, hallaríamos las raíces de nuestra peculiaridad como seres humanos. Igualmente la vena religiosa, aunque ésta sea ya  una ecuación púdica  particular de cada uno.

Sobre esa epopeya narrativa en la que confluyen Ulises, Paris y Aquiles, el Mediterráneo se vuelve una mundología de fondo. Es más, toda la cultura Europea de hoy surgió en ese mar interior. La filosofía, los dioses mitológicos, la pasión como motor de cada uno  de los ardores bienhechores, uniendo a su vez en esas orillan  los conflictos sangrantes. Su sabor salífero envolvía por igual las dudas, la crueldad y las  pasiones.

La cosmología y  la “politke”, las  ideas, el mito, la prosa y la poesía se hicieron urbe mientras se trozaban  olas ariscas contra sus acantilados.

Hace años - en tierras venezolanas del Caribe -  tras leer “Cien años de soledad” de Gabo, descubrimos con pasmo otra dimensión, donde el asombro era un resplandor creador al igual que  la magia, el sortilegio, la alquimia y la irisación perturbadora de la ciénaga. Desde entonces necesitamos un poco menos a Ulises.

Macondo - la Troya moderna -  era un pueblo marcado por la fantasía y el tiempo imperturbable, donde había unos gitanos vendedores de todo lo imposible y un  cambalache de personajes  en cuyo epicentro una mujer, Úrsula, era la representación genuina del matriarcado ginecocrático, el cordón umbilical de una historia interminable donde el amor envolvía  cada acto de la realidad circundante en una marisma sexual y violenta.

  Ella, personaje central de la novela de García Márquez, es  segmento integral de una ceremonia de iniciación esotérica, ya que  en la trashumancia de luz, sombra y adivinación, la mujer renace en círculos de pasión, demencia y arrebatos, de tal forma  que sus  alucinaciones son parte íntegra de la realidad, tal como la agorera troyana Casandra.

Sobre ese equipaje sobrenatural y mitológico, alguien señaló que cada hombre o criatura proteica de  la novela,  es una copia caprichosa de la memoria cuando a ésta la cubre una neblina de bruñida soledad.

 Por  esas páginas el colombiano  cruza la historia de la Tierra en un santiamén, es decir, en un ciclo de cien años donde vamos de la prehistoria de la raza humana hasta el Apocalipsis. Y en medio se expande, más allá de sus propias posibilidades, la esencia femenina.

 Con Úrsula uno entendió a la mujer como una cadena invisible, pero palpable y real, cuya razón de ser es legitimar la relación física y la descendencia según principios extáticos.

Es demasiada mujer y da aprensión. Con una sola mirada se posesiona de todo: substancia, piedras, hechizos  y almas.   A tal causa que entre ella y Fermina Daza, uno se queda por afinidad afectiva con esta última, al ser ese relato - río Magdalena arriba y abajo en “El amor en los tiempos del cólera”-  donde la realidad deja de ser ilusoria, se humaniza y uno siente  los suspiros de una querencia pasmosa construidos de rechazos, separaciones y un  reencuentro que ya será en el tiempo literario perdurable.

 Tal vez sea peregrino expresarlo: entre Troya y Macondo, el entorno y la utopía se adhieren. El Mediterráneo y el Caribe son aguas acaloradas, buenas para la ensoñación, el desparpajo y las alegorías.