domingo, 3 de abril de 2016

Europa siente miedo




“El grito” de Edvard  Munch

 
 
 
He comenzado a escribir estas líneas  varias veces. No encajaban las palabras y la impotencia nublaba un hecho impenetrable intentando hallar una lógica imposible. ¿Por qué?

Las líneas surgían saturadas de resentimiento e irritación ante los horrendos atentados acaecidos en  Bruselas.

Era la misma furia en desbandada que brotó de los entresijos de nuestra mente cuando un  ramalazo de terror sangriento  se cebó contra docenas de personas en París durante la noche del 13 noviembre del pasado año.

 Desde entonces ya nada comenzó a ser igual, ni habrá de serlo en estos surcos que bebieron el pensamiento positivista, aún entendiendo como George Steiner, y matizado antes de la II Guerra Mundial por Thomas Mann, no tener miedo,  ya que  existiendo los cafés seguirá viva  la noción de una  Europa que  regó la palabra viva  y la hizo florecer con fuerza atronadora penetrando a espuertas en el espíritu. 

En ese sentido, estos locales con mesas de mármol deslustrado  y periódicos, seguirán  abiertos como guardianes  de ideas, versos, diálogos,  libros, libertades, aprensiones y alboradas ilusionadas.

Hasta la llegada de estos nuevos desgarros de muerte sanguinaria, ya nos habíamos olvidado de las  espantosas explosiones en los trenes de la  Estación de Atocha, Madrid,  aquel 11  de marzo del  2004, con una cifra demencial  de 190 fallecidos y docenas de heridos.

Igual que otras cientos de personas, el apuntador de estas angustias  colocó el día después de la punzada violenta,   en la escultura “El viajero” de Eduardo Úrculo – maleta, gabán viejo, sombrero de ala media – un velón  blanco como la cal recién amasada sobre el muro de una necrópolis.

 Hay que tomar enserio el exacerbado  odio de los  yihadistas a Occidente, que han  acrecentando una curvatura pavorosa extendida del Oriente Próximo al golfo Pérsico y llega al Magreb.

 Cuando brotó la “primavera árabe”,   ellos no pidieron la “Sharia” que ya  tenían el Islam,  sino  libertad. Les vinieron  sí, otros anatemas atroces.

Las reacciones o el denominador de Europa en los últimos años ante la avalancha del extremismo venido en las ramas más extremas de los bárbaros,  ha sido de aprensión. Las medidas  tomadas no dan el efecto  deseado debido a la ignorancia contra lo que se lucha. A cada acción lanzada con la tarea  de minimizar la xenofobia, los grupos del salafismo anteponen cánones de espanto que no están en la observancia que ellos dicen defender.

Siempre la raza humana ha vivido al borde de un   vacío. Lo que está sucediendo ahora, enmarcado en un plano de  doscientos años con dos apocalípticas guerras mundiales y el fin de colonialismo, pareciera  nuevo y no lo es. Estos grupos  conocen la manera  de construir artefactos caseros cuya potencia es terrorífica. 

El espacio nacional sin fronteras como parte dulcificada de la globalización, se resquebraja. La espeluznante    presencia de miles de personas a las puertas de Europa huyendo de la guerra en sus países, y manejadas por cooperativas mafiosas que obtienen impúdicos  beneficios, ha terminado  levantado  púas y empalizadas en los contornos a tomar.  

El premio Nobel  húngaro  Imre Kertész, comenta  la debacle del viejo continente a sus 87 años: “Los extranjeros a los que han dejado entrar en la época liberal se han convertido hoy en una carga; por tanto,  se ha virado a la derecha y ahora se confía  en que, por así decirlo,  se establezca el orden, esto es, que se limite la democracia. Enorme confusión e inseguridad; el terror ha intimidado a Europa, y  Europa se postra ante el terror como una puta barata ante su proxeneta pendenciero”.

Hubo un tiempo, cuando el hombre observaba las estrellas en medio de la soledad, tuvo el coraje de comenzar a caminar cruzando la raya del  horizonte, forjar un futuro batallando contra las adversidades, los elementos y los barbarismo que impedían  los valores éticos, morales  y religiosos que los harían  imperecederos.  

Ciclos después,  ¿seguimos  manteniendo esos atributos en nuestra sociedad? No ahora mismo. La manera  de intentar  hincar las rodillas a  los fanáticos del Estado Islámico  sin resultado, demuestra que el miedo nos ha  postrado.

Napoleón Bonaparte  fue certero: “Abandonarse al dolor sin resistir es desertar  del  campo de batalla sin haber luchado”. 

Se reúnen  en Bruselas los ministros de exteriores de la UE y deciden,  comenzar a tomar medidas… en junio. ¡Qué ineptos!

Lo señaló Paul Theroux cuando se hallaba recorriendo las costas  del Mediterráneo para escribir “Las columnas de Hércules”:

“Es muy difícil defenderse de una persona que está dispuesta a sacrificar su vida con tal de matar a otros”.

Certero. El salafismo ha declarado la conflagración a la civilización y está dispuesto a que la raza humana  regrese al tiempo de las cavernas.

Europa necesita dialogar, ahora bien: ¿alguien nos  puede decir con quién?

 

 

“El grito” de Edvard  Munch

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