“El grito” de Edvard Munch
He comenzado a escribir estas líneas varias veces. No encajaban las palabras y la
impotencia nublaba un hecho impenetrable intentando hallar una lógica imposible.
¿Por qué?
Las líneas surgían saturadas de resentimiento e irritación
ante los horrendos atentados acaecidos en
Bruselas.
Era la misma furia en desbandada que brotó de los entresijos
de nuestra mente cuando un ramalazo de
terror sangriento se cebó contra docenas
de personas en París durante la noche del 13 noviembre del pasado año.
Desde entonces ya
nada comenzó a ser igual, ni habrá de serlo en estos surcos que bebieron el
pensamiento positivista, aún entendiendo como George Steiner, y matizado antes
de la II Guerra
Mundial por Thomas Mann, no tener miedo,
ya que existiendo los cafés
seguirá viva la noción de una Europa que
regó la palabra viva y la hizo
florecer con fuerza atronadora penetrando a espuertas en el espíritu.
En ese sentido, estos locales con mesas de mármol
deslustrado y periódicos, seguirán abiertos como guardianes de ideas, versos, diálogos, libros, libertades, aprensiones y alboradas
ilusionadas.
Hasta la llegada de estos nuevos desgarros de muerte
sanguinaria, ya nos habíamos olvidado de las espantosas explosiones en los trenes de la Estación de Atocha, Madrid, aquel 11
de marzo del 2004, con una cifra
demencial de 190 fallecidos y docenas de
heridos.
Igual que otras cientos de personas, el apuntador de estas angustias colocó el día después de la punzada violenta, en la
escultura “El viajero” de Eduardo Úrculo – maleta, gabán viejo, sombrero de ala
media – un velón blanco como la cal
recién amasada sobre el muro de una necrópolis.
Hay que tomar enserio el exacerbado odio de los
yihadistas a Occidente, que han acrecentando una curvatura pavorosa extendida del
Oriente Próximo al golfo Pérsico y llega al Magreb.
Cuando brotó la “primavera
árabe”, ellos no pidieron la “Sharia” que ya tenían el Islam, sino libertad. Les vinieron sí, otros anatemas atroces.
Las reacciones o el denominador de Europa en los últimos años ante la
avalancha del extremismo venido en las ramas más extremas de los bárbaros, ha sido de aprensión. Las medidas tomadas no dan el efecto deseado debido a la ignorancia contra lo que
se lucha. A cada acción lanzada con la tarea
de minimizar la xenofobia, los grupos del salafismo anteponen cánones de
espanto que no están en la observancia que ellos dicen defender.
Siempre la raza humana ha vivido al borde de un vacío. Lo que está sucediendo ahora,
enmarcado en un plano de doscientos años
con dos apocalípticas guerras mundiales y el fin de colonialismo,
pareciera nuevo y no lo es. Estos grupos
conocen la manera de construir artefactos caseros cuya potencia
es terrorífica.
El espacio nacional sin fronteras como parte dulcificada de la
globalización, se resquebraja. La espeluznante presencia de miles de personas a las
puertas de Europa huyendo de la guerra en sus países, y manejadas por
cooperativas mafiosas que obtienen impúdicos beneficios, ha terminado levantado
púas y empalizadas en los contornos a tomar.
El premio Nobel húngaro Imre Kertész, comenta la debacle del viejo continente a sus 87 años:
“Los extranjeros a los que han dejado entrar en la época liberal se han convertido
hoy en una carga; por tanto, se ha
virado a la derecha y ahora se confía en
que, por así decirlo, se establezca el
orden, esto es, que se limite la democracia. Enorme confusión e inseguridad; el
terror ha intimidado a Europa, y Europa
se postra ante el terror como una puta barata ante su proxeneta pendenciero”.
Hubo un tiempo, cuando el hombre observaba las estrellas en
medio de la soledad, tuvo el coraje de comenzar a caminar cruzando la raya
del horizonte, forjar un futuro
batallando contra las adversidades, los elementos y los barbarismo que impedían
los valores éticos, morales y religiosos que los harían imperecederos.
Ciclos después, ¿seguimos
manteniendo esos atributos en nuestra sociedad? No ahora mismo. La
manera de intentar hincar las rodillas a los fanáticos del Estado Islámico sin resultado, demuestra que el miedo nos
ha postrado.
Napoleón Bonaparte
fue certero: “Abandonarse al dolor sin resistir es desertar del campo de batalla sin haber luchado”.
Se
reúnen en Bruselas los ministros de
exteriores de la UE
y deciden, comenzar a tomar medidas… en
junio. ¡Qué ineptos!
Lo señaló Paul Theroux cuando se hallaba recorriendo las
costas del Mediterráneo para escribir
“Las columnas de Hércules”:
“Es muy difícil defenderse de una persona que está dispuesta
a sacrificar su vida con tal de matar a otros”.
Certero. El salafismo ha declarado la conflagración a la
civilización y está dispuesto a que la raza humana regrese al tiempo de las cavernas.
Europa necesita dialogar, ahora bien: ¿alguien nos puede decir con quién?
“El grito” de Edvard Munch
No hay comentarios:
Publicar un comentario