Fidel y Raúl Castro
En la VI Cumbre de las Américas finalizada en Cartagena de Indias, Colombia, el tema de Cuba, centrado en su presencia en el próximo encuentro, no tuvo consenso.
La intentona del grupo Alba (Alianza Bolivarina para América), encabezado por Nicaragua, Ecuador, Cuba y Venezuela, se frustró, y no podía ser otra manera si son respetados los valores democráticos como base incuestionable de esa reunión continental. Cuba es una yerta dictadura en el peor sentido de la palabra. Va a reuniones internaciones, firma todos los documentos sobre los derechos humanos presentados, y no cumple ninguno.
El régimen de los hermanos Castro está fuera de la OEA (Organización de Estados Americanos), base de la Cumbre de las Américas, por invadir Venezuela en 1967 y organizar un golpe de Estado fallido contra el presidente Rómulo Betancourt, lo que dejó docenas de muertos.
En el orden interno, la represión lleva en la isla más de medio siglo. Faltan todas las libertades, hasta las más mínimas, y la persecución contra los pocos disidentes que intentan alzar la voz se convierte en años de cárcel.
Permitir que Raúl Castro, el hermano ventrílocuo de Fidel, ocupe una poltrona en la próxima Cumbre de las Américas, es escupir sobre la memoria y la sangre de un pueblo mancillado con saña.
Castro - el mayor - está enfermo, no muerto, y sigue manipulando el destino de la isla con la misma mala leche que corroe sus venas.
El hombre de la barba realenga, piel verdosa, ojos hundidos bajo unas cejas igual a cepillo de estopa, el dios humano al que cada mañana y tarde el enfermo venezolano Hugo Chávez se postra de rodillas, le ofrece incienso y le pide su bendición, es también santo y mártir, jamás ha cometido un pecadillo. Es una mariposa pura y diáfana.
Ante este hecho pasmoso y al haber Fidel Castro nacido en el seno de la Iglesia Católica, estudiado con los Jesuitas, hincarse de rodillas ante el arzobispo de La Habana cuando el sargento Batista lo condenó a varios años de prisión y solicitarle al alto prelado su bendición in extremis, uniendo a estas virtudes su vida de ermitaño en un rincón del Palacio de la Revolución, donde vive a pan y agua, bien haría la Congregación de los Santos en llevar al anacoreta de Cuba al Libro de los Justos.
Fidel siempre ha dicho – Raúl es un correveidile - no mandar en Cuba. Se considera estrictamente un peón del engranaje revolucionario. Nada decide. Pobrecito: no puede nombrar ni a un simple bedel.
En una entrevista – libro se le preguntó si se imaginaba a un joven a la cabeza del país.
- No estoy dispuesto a concederle ese gustazo a nadie.
- Usted lleva en el poder, aunque ya no lo esté legalmente, más de 50 años.
- No, es el pueblo el que está al mando.
- Usted es el “caudillo”.
- Esa palabra no la acepto. Yo soy una especie de líder espiritual. Mis poderes son esencialmente de orden moral.
- ¿Se considera un dinosaurio?
La respuesta, surrealista:
- Todo lo contrario. Me siento como un pájaro saliendo del nido. Vuelo hacia la eternidad. A veces pienso que me gustaría estar todavía aquí en el año 3.000.
Esa imagen vendida al mundo esconde un tirano desmadrado e insensible.
La VI Cumbre de las Américas hizo lo correcto impidiéndole a Cuba la entrada al organismo. Si La Habana desea un lugar en el foro, primero permita a su pueblo respirar los aires del libre albedrío.
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