domingo, 10 de abril de 2011

Otro Chávez

Llamar a América Latina “el Continente de la Esperanza” es una incoherencia ante los desbarajustes políticos  que aún perduran, y cuyo fatalismo, en expresión de los teorizantes populistas,  comenzó con la conquista hispana engendrada hace  500 años.
En los  dos siglos de independencia, la América  que antes fue española  y portuguesa,  forjó su destino con mayores o iguales defectos  de los que intentaron sacudirse.
 Estos pueblos padecieron, a recuento de sus propios caudillos, militarotes y  políticos corruptos,  la misma opresión de la que se habían,  teóricamente,  liberado.
En este instante mismo, en naciones como Bolivia, Ecuador,  Nicaragua, Venezuela y Perú, si una  oficinista  desea obtener un trabajo, debe presentar documentos como si fueran a ocupar un alto cargo en la empresa, mientras que para llegar a presidente de la nación es suficiente con ser medio instruido, vociferar en demasía, odiar a los norteamericanos y, en el momento actual, tener la bendición del impredecible Hugo Chávez  además de su apoyo económico.
Esta  realidad, encerrada en lava y fuego, lleva añales  - aún antes de  levantarse las piedras de Macchu Picchu -   intentado amasar la arcilla de su propia idiosincrasia
En medio de esos días y noches interminables, el pueblo bebe leche agria esperando la llegada del Mesías, un hombre misántropo envuelto en poncho o ruana a caballo, mientras, garrocha o vara  en mano, expande gritos de libertad que el viento desgarra y el polvo entierra.
De nada han servido esa expansiva estela de líderes, poetas, literatos, guerrilleros con alma y soñadores a granel, uncidos a un pueblo vivaracho, alegre y bonachón, siempre inclinado a hacer toda guerra de Canudos, sin importarle la impenetrable selva, la sequedad de los sertones, el caudal de  ríos tan anchos como mares, cumbres  de nieve perennes, llanos enchumbados o ese oleaje calenturiento del Caribe donde las ilusiones se bañan  anhelando reverdecer.
América Latina tropieza una y otra vez  en la misma demagogia ceñida a  promesas y  engaños, hasta la consumación de los siglos  o hasta que el continente – si nadie lo remedia -  se desgarre y demuela sus quimeras.
En  una  página del libro de Gabriel García Márquez “El coronel no tiene quien le escriba”, un personaje  habla: “Para los europeos América del Sur es un hombre de bigote, con una guitarra y un revólver. No entienden el problema”.
 Y menos aún se comprenderá  cuando a los palacetes de los gobiernos llegan personajes de la picaresca política, embaucadores de turno, gracejos  de ocasión y resentidos seres sin preparación, ideas ni principios púdicos.
 Hoy mencionamos a Ollanta  Humala – otro párvulo de Chávez- ,  quizás presidente del Perú en la segunda vuelta tras las elecciones del domingo, pero antes  lo fueron en lo cercano y lastimero, Alberto Fujimori, el mismo  Hugo Chávez,  Evo Morales, Daniel Ortega o Rafael Correa.
Difícilmente entonces  puede ser Latinoamérica un continente de libertades  si  tronca cada día  en tolvanera la esperanza anhelada.


1 comentario:

  1. Que cosa más cierta todo lo que dices en este post. Si de alguien es la culpa por los gobernantes que tenemos somos nosotros mismos. ¿Despierten pueblos!

    ResponderEliminar