Los hermanos Castro
El drama humano, social y político de Cuba que Raùl Castro presentó en el último cónclave comunista en La Habana, es la demostración de un fracaso que lleva la friolera de 50 años, medio siglo – y se dice pronto - navegando a contracorriente, para llegar al punto de partida.
Con un control absoluto donde no se movía una simple hoja sin que fuera ordenado por el aparato del partido, y éste supervisado hasta el más mínimo detalle por Fidel, venir ahora a reconocer lo que cada cubano sabía hace años y debía morir callado si no quería ser encerrado en una mazmorra, es una vil canallada.
Cuba ha sido la más grade cárcel del continente latinoamericano con la complacencia de gobiernos llamados demócratas –todos los europeos - bajo la égida de intelectuales de izquierda felones que acudía a la isla a medrar bajo las palmeras, agasajados con sinecuras y manjares que no podía ver ni oler el sufrido pueblo descendiente de los siboneyes.
Los antillanos de este islote largo como cocodrilo al sol nacen con miedo, “y eso que se lleva por dentro no es fácil de arrancar. ¿A dónde vamos? Eso nadie lo sabe. Todo el mundo se queja, pero explicarlo públicamente es un crimen de Estado”, así se expresaba un chiquillo habanero que nada conocía del mundo si no era el perímetro de ese barco anclado en la inmovilidad.
Y agregó a sus palabras una expresión acongojada: “Lo que más deseo es que todo esto acabe pronto para poder saber qué es ser libre; no sólo para viajar, eso viene después, sino para opinar, para creer, para poder ser yo…”
Fidel le pasó el báculo a Raúl. El gobierno parece un geriátrico; Castro, el fundador de la saga, sigue marcando las decisiones con esa testarudez sórdida de los viejos incapaces de ver que la vida se les va a marchas forzadas, y aún se agarran a un pasado áspero, convertido en brumal y polvo.
El sábado comenzó el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, con la vana intención de “actualizar” el monolítico sistema económico y elegir el nuevo liderazgo.
Los mil delegados, como piedras de polen, escucharan los discursos de la nomenclatura gobernante durante cuatro días en el Palacio de Convenciones. El hermanísimo, presidente a dedo del país, habló ya en primer lugar.
Los medios de comunicación destacaron algunas de sus frases, que hoy ya suenan huecas, desfasadas y hasta ofensivas para la conciencia.
- “Los cuadros se acostumbraron a que todo se decidiera ‘arriba”.
Una pregunta necia como todas las que a continuación vienen: Fidel, el Máximo Líder, ¿permitía alguna otra actitud que no fuera la ciega obediencia?
- “En esta Revolución todo está dicho. Lo que aprobemos en este Congreso no puede sufrir la misma suerte que los acuerdos de los anteriores, casi todos olvidados sin haberse cumplido”.
- “Se requiere también dejar atrás (en la prensa nacional), definitivamente, el hábito del triunfalismo, la estridencia y el formalismo al abordar la actualidad nacional”.
- “Se requiere también dejar atrás (en la prensa nacional), definitivamente, el hábito del triunfalismo, la estridencia y el formalismo al abordar la actualidad nacional”.
- “No haber resuelto este último problema en más de medio siglo (ascenso de mujeres, negros y otros grupos a cargos de dirección) es una verdadera vergüenza”.
- “Hoy afrontamos las consecuencias de no contar con una reserva de sustitutos debidamente preparados, con suficiente experiencia y madurez.”
La revolución cubana fracasó, no tenía otro final. Se había olvidado desde el primer día del ser humano y sus derechos regidos por la libertad.