sábado, 31 de mayo de 2014

Tajo sangrante




La historia oculta de las chicas del #Bringbackourgirls, el hashtag contra Boko Haram







Hace unas semanas departíamos sobre la forma salvaje en que, en ciertos países de religión, a las mujeres se les cortaba de tajo -circuncisión- el clítoris. Parecía algo de la Edad Media, de esos tiempos de sórdido oscurantismo en el que el mero hecho de pertenecer al sexo femenino era un estigma.

Numerosas de esas crueldades no han cambiado aún luchando contra  ellas.  Es el dolor apabullante que no cesa, una forma de vivir donde la mujer, ante  el mero hecho de serlo, sigue existiendo como simple objeto. Las historias sabidas es una vehemencia aterradora que sube del bajo vientre hasta el cerebro y allí se hace herida penetrante.

Una muchacha, temerosa, cuenta: “Me dijeron que dolía un poco y padecí un infierno.  Perdí el conocimiento y cuando desperté, estaba cubierta de sangre. Antes de mí, entró al cuarto con un camastro, una muchacha de menos edad. Una niña. No la miré, sentía terror. Mis ojos eran un cántaro de lágrimas”.

La jovencita sudaba. La comadre le habló con frialdad: “¿No te quieres casar?”. La niña/mujer no le dijo nada. La mujerona tomó en las manos una navaja, uno de esos filos brillantes que en los versos de García Lorca son igual a luz de luna penetrando en la carne y rasgando a tirones el alma. La tablajera debió saber eso. Mandó a la adolescente  abrir las piernas y escindió de una tajadura certera. Le dio el trocito sangrante a la inocente: “Tómalo, guárdalo un mes. Eso se debe hacer, de lo contrario una se vuelve estéril, yerma, seca como de hierba sin lluvia”

A las cuatro semanas fue al río con su primas. El agua se llevó aquel dolor”.

Hay otros hechos pavorosos, como la infibulación o circuncisión faraónica, que no se limita a cortar el clítoris y los labios, sino que cose la vulva dejando  un orificio  por el que sale  únicamente orina y  sangre menstrual. La noche nupcial el hombre debe abrir la hendidura  con un cuchillo o listón para efectuar   el acto sexual.  

Otra hembra, Duyan, narra su experiencia.

Es joven, demasiado,  15 o 17 años. “La noche de la consumación del matrimonio vino una vieja gruesa y fuerte. Mi madre no tuvo valor de estar en la habitación”.

La mujerona agarra a la chica y separa sus muslos. Se sienta tras ella con las piernas estiradas a cada lado, sujetándola. Tiene que ser fuerte, de lo contrario la recién casada puede moverse y herirse.

Y vuelve a relatar Duyan: “Así que me paralizaron y en ese momento pensé que algo me había sucedido ya antes. Dije: “¡Me inmovilizaron así cuando era niña!. Tenía seis años. Lo recuerdo ahora claramente.  Cuando la cuchilla cortó fue como si se inflamaran un dolor bajo el abdomen. Me desmaté. Estuve en la cama, incapaz de moverte, con las piernas separadas, durante días”.

La escisión o clitoridectomía no tiene nada que ver con el Islam y otros cultos, es una costumbre antiquísima mantenida hasta nuestros días en Egipto y otros países. No importa la religión: católica, cristianas coptas, musulmanas o animistas, las niñas de la banda sahariana, desde Senegal hasta Etiopía, son todas circuncidadas. La franja de la mutilación cruza el Mar Rojo, pasa al sur de la península Arábiga, el Golfo Pérsico y llega hasta las regiones de Malasia e Indonesia. Es decir, la llaga doliente, la mutilación, atraviesa buena parte del planeta y es como una catarata  de lava  penetrando en las entrañas de las jóvenes muchachas en flor dejándolas marcadas  en vida.

Poco o nada se habla de ello, es una malaventura cuarteada entre sabanas fermentadas, cielos encapotados y tradiciones emergidas en los tiempos del más sórdido salvajismo.

 Estamos en el siglo XXI y aún cientos niñas en el planeta siguen  reverdeciendo de dolor  dentro del cerco terrible  de un oscurantismo retrógrado y atroz.

martes, 27 de mayo de 2014

Palabras a Nathaly










Adolescente en flor:

Tal vez naciste cerca de  Kiev o lo soñaste, aún así  llegaste al mundo donde crece la palma, el araguaney,  y los ríos son negros, profundos. Te he visto unos instantes con un traje escarlata, camisa ancha y blanca. Las botas color fuego.  Quizás mi retención no sea precisa y yerre en la descripción. Dos cosas sí he retenido: tu nombre, Nathaly, y el país de origen, Ucrania.

-          ¿Conoces Ucrania?

-          No; al cumplir quince años iré.

Recuerdo ahora – ante los dolorosos acontecimiento de Ucrania - que tu pelo era bermejo y lucías alta y atractiva introducida en los corpiños de tus mayores. Debido a esa tela hubo guerras, se tejieron amores, nacieron poemas y todos los días la llevan al mercado de Poltava los campesinos de las tierras altas de Sumskaja.

Yo sé, Nathaly, lo que es vivir lejos de la patria. El corazón se llena de melancolía y los ojos muchas noches se tachonan de lágrimas. En mi tierra, que se encuentra entre unos altos acantilados del norte de España, a ese desasosiego interior, a ese vaho de dulce amargura lo llamamos “morriña”, algo que los gallegos dicen “saudade”, y con esa palabra santificaron toda la nostalgia del emigrante.

En nuestro “bable”, que es el dialecto que usamos los asturianos, cada uno de los versos que han sido escritos hablan de esa lejanía que el tiempo se encarga de ahondar. Así, en “Les ascuarines del Ilar”, nos hace meditar:

- Amor, quieru morirme-

díxome con tristeza.

Y a un tiempo encontra min, dolce y sublime,

pónxome so cabeza…

Posiblemente se te enrede un poco la lengua al leer los versos. Si lo haces despacio, verás que las palabras saben a salitre, como las lágrimas.

Dentro de poco, Nathaly, tendrás quince años y cumplirás tu sueño: ver Ucrania. El río Dnieper que va hacia el Mar Negro y se hace lago dos veces antes de abrazar las lagunas y los pastos de Cherson, te estará esperando.

En  esas riberas ha corrido la pasión y el amor de tu pueblo. Cuando toques sus azules aguas, recuerda que todos los ucranianos han llorado alguna vez sobre ellas. Tú harás lo mismo y sentirás que los pinos rojos, los robles y el abeto blanco moverán sus ramas verdes al verte: “Bienvenida a tu tierra, Nathaly”.

Actualmente aquellas heredades están regadas de sangre debido  a que Rusia se halla dispuesta a llevarse a  Moscú la península de Crimea, y es que un día, un hombre llamado Lenin dijo: “Si la Unión Soviética pierde Ucrania, pierde su cabeza”.

El fallecido ex presidente Yeltsin – bebía alcohol cual cosaco de la estepa – decidió el 1 de diciembre de 1991, hacer justicia con Kiev  al devolver esos campos y costas del Mar Negro arrebatadas años antes por el poder zarista.

 En Ucrania, recuérdalo, nacieron creadores reconocidos en el mundo entero, entre ellos Nikolai  Gogol, Mijail Bulgákov, el inmenso autor de una obra imperecedera de la literatura universal llamada “El maestro y Margarita”; otros admirados creadores ucranianos  fuero  Horowitz y Mijinsky. El Kremlin lo festeja como parte de ese poder.

La historia de esa parte de Europa, llamada Oriental, y que comprende Bielorrusia, la propia Rusia, Moldavia y tu Ucrania, es digna de ser contada por el mismo Tolstoi, pues se necesita ser mundano, incrédulo y filósofo creyente para llenar la pluma de tanta sangre y, a pesar de todo, seguir viviendo.

Tu país es como la manzana de la codicia, sus fronteras limitan con Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Moldavia, Bielorrusia y Rusia. En el sur bañan sus litorales el Mar Negro y el Mar de Azov, acaso por esto, dulce niña, el nombre ucraniano tiene un significado: “Irai” frontera. Pero no importa: los caminos, igual que los sueños, están en la palma de las manos y en los ojos.

Cuando esto suceda, empezarás a ser mujer, la sangre correrá en las venas un poco más aprisa y el corazón se hará zalamero con la primera declaración de amor.

Buen viaje, Nathaly. Al regreso  guarda el corpiño rojo de tus antepasados eslavos. Será entonces un  pedazo de tu misma  querencia.

¿No comprendes? Si es así no temas, la misma existencia se encargará de narrártelo sin prisa.

 

La idea de Europa








El descalabro de los comicios celebrados en la Unión Europea ha dejado en España un mal sabor de boca con un castigo al PP y PSOE.  En medio rodarán  cabezas, la primera la de Rubalcaba, que no hizo mal su trabajo y los grillos le gastaron los dedos de los pies

Ante el fidedigno suceso electoral, con  la llegada a los escaños de grupos de izquierda radicales y otro algo menos, y aún así todos  en la misma línea de flotación ideológica, alguien ha dicho que el viejo continente vuelve a “empezar” en los Pirineos, recordando sin duda la otra frase repetidísima años hace: “Europa principia en los Pirineos”.

Es indudable que la pérdida – entre socialistas y populares -  de cinco millones de votos, es un trancazo es colosal. Ahora bien, sin hacer un análisis cuando todos los partidos políticos involucrados están haciendo ejercicios, unos de mea culpa y otros de regocijo festero, conviene decir a las claras que la política no es azul, ni verde, cuadrada o redonda, ni roja ni negra, es un desmadre acojonante el en buen platicar del castellano quijotesco.

 En medio de ese varapalo bien está recordar la frase de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, en su única obra de nombre “El Gatopardo”: “Que todo cambie para que todo sigue igual”.  Al tiempo.

El nuevo cabecilla o imagen de estos comicios, Pablo Iglesias ya ha dicho con regocijo: “Nuestro objetivo es echar del poder a PP y PSOE”. ¿Y después? Tal vez un Socialismo del siglo XXI.

Apenas brincaron  los resultados de las elecciones, el profesor de la coleta, tele predicador de izquierdas y chavista de vocación, adelantó a “El País” que trabajará para presentar una candidatura a las próximas generales.

Tiene derecho: ancha es Castilla.

Hugo Chávez comenzó así. Hoy Venezuela es la nación, en lo económico político y social,  más hundida del planeta.

¿Exageración?  Para nada. En política suelen verse de muy lejos a los palomos venir.

Individualmente mantengo un sentido de Europa; creo en ella como unidad comparta, y en esta ocasión no será menos, y así,  igual a los antiguos errabundos de  los caminos del occidente, andamos en las encrucijadas buscando  sus viejas entelequias y revueltas metáforas.

En estos instantes convendría  leer el librito “La idea de Europa”, de George Steiner.  Un puñado de páginas arropadas bajo  el prólogo de Mario Vargas Llosa y una introducción de Rob Riemen dentro de la égida de Thomas Mann, el hombre que  mejor  supo vislumbrar  el sentido europeo.

 Nos recuerda Riemen, el organizador de las Conferencias de Nexos Institute, como en 1934 el autor de “La montaña mágica” tuvo que escribir una necrológica  para un hombre que había ocupado un espacio importante en su vida: Sammi Fischer, su editor húngaro-judío de Berlín, la persona que, en gran medida, “había hecho posible que él llegase a ser escritor”. Mann recordaba la siguiente conversación que había tenido lugar la última vez que vio al anciano amigo. El librero expresó su opinión sobre un conocido común:

-          No es europeo, dijo meneando la cabeza.

-          ¿No es europeo, señor Fischer? ¿Y por qué no?

-          No comprende nada de las grandes ideas humanas.

Y recalca Rob: “Las grandes  ideas humanas. Eso es la cultura europea. Eso  es lo que Mann había aprendido de Goethe”. Y éste de Ulrico von Hutten, cuando un día exacto, el 25 de octubre de 1518, escribió una carta a un colega  en la cual le explicaba que,  aunque era de noble cuna, no deseaba ser un aristócrata sin habérselo ganado. “La nobleza por nacimiento es puramente accidental y, por tanto, carece de sentido para mí. Yo busco el manantial de la nobleza en otro lugar y bebo de esas fuentes”.

 Y en ese instante nació la verdadera hidalguía, la del espíritu, esa que brota del cultivo de la mente  y llegar a ser algo más de lo que también somos: animales.

En el pensamiento de Steiner, y lo resume Vargas Llosa en su introito, Europa es ante todo un café repleto de gente y palabras, “donde se escribe poesía, conspira, filosofa” sin separarse de las grandes empresas culturales, artísticas y políticas de Occidente.

Esto –  expresa Vargas el peruano - es inconcebible  en su América, al descender aquella directamente de la idea de Atenas y Jerusalén,  es decir,  viene “de la razón, la fe y la tradición”.

 Hoy Europa,  o esa idea aún no bien encajada  que poseemos de ella  – y las recientes elecciones nos lo demuestran -  comienza a agrietarse al darle la espalda a su esencia primogénita: el humanismo.