Todo lo que
circunda la vida humana a partir de la
existencia en el vientre materno, es
agua, y cuando la ternura amorosa se rompe
en pedazos, la envolvemos en lágrimas con sabor a salitre.
Existe
un relato increíble, llamado “Máscaras
venecianas”, construido de una forma admirable por Bioy Casares, el cual se hace una de las mejores descripciones de
esta algarabía nacida en la Edad Media, en el que antifaces, sugestivos
desfiles, bailes asombrosos y ostentosos
banquetes, abren y gozan el espectáculo
del Rey Momo.
La ciudad de los Vénetos del siglo XII
República Serenísima o la de las Mil Caras, con sus góndolas, plazas igual
a malecones renacentistas sobre el mar
como la de San Marcos, la urbe tan amada por Thomas Mann o el cineasta
Visconti, cuando llegan estos días cuaresmales en el calendario cristiano, se
trasforma en crisálida y se vuelve
pagana, bacanal, risueña y… sublime.
Aquellas viejas ceremonias romanas en honor de
Baco y la diosa Cibeles, o las fiestas
celtas del muérdago, se han recubierto ahora de comparsas, desfiles y cientos,
miles, de las más hermosas máscaras que la imaginación haya podido crear.
Venecia, durante los días de carnaval, es la
parodia permanente y lujosa de una ceremonia inigualable perdida en la noche de
los tiempos, en el que se confunden rituales civiles y sacros actos religiosos.
Arlequín será una vez más el rey de la
francachela, del placer mundano, mientras todas las palomas de la ciudad, ante
el sonido permanente de las campanas, tambores, cornetas y panderos, huyen
hacia las marismas cercanas del Puerto de Malamocco o se esconden temblorosas
entre las cornisas de los palacios, cuyos estilos van del románico al
véneto-bizantino, pasando, entre hornacinas, del gótico al barroco.
Desde la isla de San Giorgo Maggiore, se
contempla y casi se toca con las manos la plaza de San Marcos. En medio, los gondoleros - todos
con el rostro cubierto con una máscara blanca - comienzan a cantar. Es el
anuncio primogénito. El “Rey Momo” ha llegado y con él la alegría desenvuelta
del más fastuoso carnaval del viejo continente.
Posiblemente ninguna
metrópoli sea tan fabulosa y magnífica como ésta levantada sobre pilotes y
semejante a un laberinto reposado sobre una laguna.
Una hermosa leyenda cuenta
que los orígenes de Venecia se remontan a la mitad del siglo V, cuando las
poblaciones vénetas, presionadas por la invasión de los longobardos, habrían
dejado la tierra firme para transferirse a las “inhabitadas” Islas de la Laguna. Así , los
refugiados hicieron barcas planas para desplazarse sobre las aguas poco
profundas, y construyeron casas sobre pilotes con piedras transportadas desde
la península.
La presión ejercida por
los bárbaros fue lo que hizo reunir a los habitantes de la laguna en el centro
de las islas alrededor de Rivoaltus. Allí nació Venecia; la ciudad que
desarrolló y monopolizó el comercio marítimo de la ruta Oriente-Occidente,
convirtiéndose a través del Adriático y el Mediterráneo en una potencia
financiera, cuyo control llegó hasta Bérgamo y el Po, llevándola a enfrentarse
al Imperio Romano y al Vaticano.
Venecia ha sido siempre refugio
de idealistas y mezcla de dos mundos: el
bizantino y el romano. Inmortalizada por escritores, pintores, poetas y
músicos, hay quienes aseguran que la palabra Venecia proviene del latín, y
significa, ven de nuevo.
Ahora bien: a pesar de la frecuencia con que
se regrese, se verán nuevos paisajes con diferentes matices de belleza.